martes, 27 de octubre de 2009

Ammerrikáh



¡Ammerrikáh,  Ammerrikáh! Gritaba esa especie de zelota tan bien vestida, mientras una mujer guatemalteca pintada de un rubio imposible, corría por el pasillo untada de espuma. En su boca contenía un sobre con un pasaje para viajar a las Bahamas, había sido escogida para participar en un concurso muy viscoso que animaba una mujer dos veces más blanca pero dos veces menos rubia. Brazos cortos y abiertos, gritaba la versión poco casta y platinada de La Guadalupe: ¡Ammerrikáh! Nada le impedía dejar atrás a su nostálgica Guatemala.
El público miraba un telepronter con la frase América (Ammerrikáh) luego dos enter seguidos de “!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!” el universal signo de la admiración universal y entonces aplaudían terriblemente excitados. Después de los siguientes comerciales aparecieron deslumbrantes unas sábanas de pottery burns con 160 locos hilos, cada uno jalando para su lado y Hulian Mcmahon se sentó en el sofá de los invitados cabeceando su última temporada en Nick Tup. Todo el mundo clamaba eufórico por una cirugía ya que rebanarse se había puesto de moda: ¡Ammerrikáh,  Ammerrikáh!, vamos a trepanar cerebros aún terrestres, decía este hombre más guapo que toda vastísima realidad, mientras se derramaban señoras y señoras en el auditorio. Sábanas y DVDs se repartieron sin ninguna compasión.
Yo me estaba aburriendo de esa loca felicidad. Era demasiado pronto para cualquiera imaginarse que el mundo tenía tan precarios modales frente a la alegría. Me esforcé igual por sonreír, era mi momento en familia.
Hartazgo, así pasa cuando todo entra de esa manera por los ojos, un vaquero desnudo en Nueva York y la gente mirándolo con una mezcla entre de morbo, tristeza, naúsea y sadismo. Nadie deja de mirar, no importa el motivo, es el tiempo de “el mirar”. Otro canal, pasemos a otro canal. La verdad, todo el orbe estaba zigzageando canales mientras esperaba esa conexión Real Time, con el evento del año. No alguna supercopa, ni a Sarah Jessica Parker intentando convencernos de que aún tiene edad para vestir como una jovencita del Upper West Side, como si tal causa le importara a alguien en el mundo.
Una presentadora de traje rojo con todos los pelos ortodoxos de su cabella, tintineando una danza de dientes perfectos, anuncia el real time.  Mi madre mete una bolsa de Act II en el microondas. Los granos de maíz se ríen mientras van reventando dando vueltas, vueltas y más vueltas, borrachos, congestionados, divertidos, esperando su momento de convertirse en una minúscula nubecita rugosa. Mi padre pide silencio y me pide que sonría. Sonrío. ¡Ammerrikáh,  Ammerrikáh! Hija, date cuenta. Desde que Paris Hilton hizo desaparecer una hora del universo contándonos acerca de por qué adquirió un anillo de diamantes en forma de mariposa, hasta cuando Tila Tequila descubrió una bisexualidad tan añeja como la tierra, todo en mi casa había girado alrededor del pequeño espacio de David y Victoria Bekcham.
Pero esto era distinto. La gente se sentó en sus sofás en microsuede, prendió sus plasmas, los que tienen en el cerebro (esa melcocha de plasma y sesos) y se preparó para ver el último espectáculo en real time. La presentadora humedeció los labios con la gran emoción que le otorgaba haber sido contratada hace un siglo para presentar noticias en la cadena televisiva más competente y organizada del planeta, dijo con una gran dicción: Ammerrikáh.
Ammerrikáh no es América, Ammerrikáh es una estación satelital que orbita alrededor de otro planeta. Ammerrikáh no es algo planetario o terrícola, es la sensación de haber flotado por encima de toda la historia. Ammerrikáh es el grito inaugural de todo real time. La gente en sus casas gritaban ¡Ammerrikáh!, una combinación entre algún lugar llamado América y el famoso Hannukah, cristianos, moros y judíos unidos sin que puedan saber con exactitud quién es “aquel”, apenas conducidos por supersticiones y manías de media hora formato para televisión, llegados a los demás gracias a una cosa fragmentada de segundos sin discusión. Ammerrikáh recibió a gentes de todo el mundo a cambio de robarles su identidad y dejando vivos los mitos de los monstruos.
Dados los gritos de euforia y el apretón de manos del protocolo, los satélites se conectaron, los hologramas aparecieron fantásticos y sexuales para luego dejar en las pantallas el exterminio de Palestinos, segundo a segundo, delante de los televidentes oscuros y alegres, de postre, alguna escena de mutilaciones en CSI Las Vegas.
Informes del bombardeo a la franja de gaza en Tiempo Real, en exclusiva: La realidad es el mejor espectáculo del momento. La gente ya no veía el fútbol o la novela, sino la eliminación de algún pueblo, la extinción de algún animal, la supresión de algún bosque antiguo y nada tenía en el fondo, el influjo de los efectos especiales.
Todo aquel que no gritara ¡Ammerrikáh! Podría ser el siguiente protagonista del real time, eso también es una forma de aparecer desapareciendo, como las horas de la Hilton.
¿Tiempo real? Alex se despide en Irreversible con una sentencia vastísima de verdad: le temps detruit tout.


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