martes, 27 de octubre de 2009

Tiempos Gruesos




Afortunadamente, la vida conspira más allá de nuestro living room, amor.
No voy a escribir sobre Palestina, denunciando lo que ya es obvio para todos y todas: el genocidio que comete Israel. Voy a intentar conectar este asunto con lo que considero es el espíritu del tiempo, porque tendremos que detenernos a inventariar acerca de cuánto de  esto tan abominable, compartimos en todas las formas posibles.
Recibo con frecuencia noticias acerca de nuevas especies en vía de extinción. Al parecer animales viejos y desconocidos andaban con mediana tranquilidad sobre el planeta. Su marcha acontecía bajo el desparpajo de nuestra bienhechora vida, pues hemos de reconocer con humildad que generalmente nos enteramos de la existencia de tales especies,  justo y paradójicamente en el momento de su desaparición. Eso es la Globalización: algunos seres de forma mediática, se volvieron míticos frente a nuestros ojos: Los días finales de la tierra, un buen título para este tipo de tiempo.
Los días finales de la tierra
En la cábala de la paranoia se entreteje el “destino divino” que culminará con un epílogo espectacular, la desconcertante historia humana, en tal escenario, la tierra prometida es un pretexto creíble para cualquier acción por abominable que sea. Al otro lado de los números (no tan al otro lado como aparenta) se ubican las teorías de juegos, construcción de escenarios con sus certidumbres e incertidumbres para prever la prolongación numérica de lo planetario. Las tendencias dependen del calibre y orientación de las decisiones desapasionadas, el tremendo y caótico mundo que habitamos está a la suerte de la buena voluntad de algún decisor, que nos da la impresión de resistirse por andar entretenido en un veleidoso juego de poder. La versión de cierto dios vibrante y bien vestido.
Mientras los cientistas sociales del funcional-fundamentalismo hacen sus apuestas en la mesa de la futurología, el “mundo” que puede ordenar, el mundo del orden, va acomodando lo que queda del planeta según algún manual descontextualizado (como todo lo que se fractura) de Feng Shui (viento y agua): dos muebles de USD$ 3.000 dólares evitan una colisión de energías garantizando ¡AL MUNDO! su equilibrio fundamental.
¡AL MUNDO! Sí, el mismo que cada vez se halla más desprovisto de agua y de viento. La modernidad postergada o la líquida, lo que queda de modernidad o el epítome de la misma sucumbe después de tantos esfuerzos por alcanzar su propia utopía, ante una inmensa colección de fracturas e improvisaciones, de espectros de especies, plantas y minerales.
Luego de las especies obligadas a rezumar sus propios mitos, se sigue la reducción de ciertos y muy problemáticos (en términos del decisor), capitales humanos: Pueblos echados también en la mesa de los más fríos cálculos de la racional choice cómodamente apoltronada en una silla Herman Miller. Estos son los escenarios de los que no nos hablan las teorías de juegos, siempre tan segura de la buena voluntad del poder, allí se decide que vietnamitas, granadinos, nicaragüenses, afganos, iraquíes y últimamente, palestinos entrarán a ser parte de la ya vasta lista de seres imaginarios.
Una vez construidos los escenarios de la desaparición, se recogen los objetos de los pueblos para que inicien con el mismo circuito de mitificaciones: “hattas” y “kifuyas”, les son entregadas a Balenciaga para que las haga glamorosas, cargadas de plumas y cristales, transustanciadas y antialergénicas de tal forma las pueda lucir Juanes, Kristen Dunst, Cámeron Díaz, Gemma Ward y hasta David Beckham. En los viejos retozos contemplativos de la filosofía se hablaba de “lo que nos trasciende” y esto ya empezaba a sonarnos a ciertas prescindibilidades tales como el cuerpo, la naturaleza, el trabajo, pagamos todos los precios posibles con tal de hacer trascender una idea abstracta de humanidad. Pero por aquel entonces no se imaginaba llegar al punto de forzar la trascendencia de exclusividades “globalizables” de cada pueblo, aun cuando el pueblo tuviese que desaparecer en virtud de ello. Palestinas: trapos bonitos y yuxtapuestos como cueros de animales extintos colgando en las paredes del living room de nuestros cuerpos, lo importante no son los animales (completos, complejos, íntegros) sino sus pieles, sus cuernos, sus cabelleras, lo importante no son los pueblos (completos, complejos, íntegros) sino sus pieles, sus cuernos, sus cabelleras.
Basta entonces con un giro lingüístico propio de la posmodernidad, para renombrar en el bestiario de Borges, la posible in-existencia de nuevas y nuevos sujetos: pueblos enteros se bombardean en tiempo real bajo la cobertura de CNN o Fox, se esfuman sin que nos acuse el menor asombro. Pero los mismos giros le permitieron a cierta jovencita preguntar, ¿dónde conseguiste esa palestina tan bonita? La Palestina ¿dónde estará? Para nombrar tales desapariciones, Balenciaga y otros de su tiempo, tuvieron que limpiarle a las prístinas bufandas su triste imagen de terroristas, perfumarlas con 212 de rebeldía e inconformidad mediática, hacerlas parecer como una invención Otoño-Invierno con cristales de Swaorovski y hacerlas aparecer fracturadas de todo aquello que antes les fuera familiar.
Yo no quiero entrar en dogmatismo de la “hatta”, no creo que los palestinos y palestinas necesiten una cruzada en contra de quienes portan símbolos sin saber para qué diantres sirven, qué contienen, qué historias comunican entre los pueblos de origen. No me abstengo sí de lo que sigue: denuncio la manera en que cargamos todo lo que llevamos encima, palestino, ancestral, palenquero, afro, muisca, maya; rechazo la orfandad de las primorosidades de las que están llenas las salas intelectuales, adquiridas en algún lujoso almacén de Bali, o de los muebles “Nepal”, me uno al reclamos de los objetos, de las especies y de los humanos aislados, fracturados, desprendidos.
El nudo de estas denuncias radica la manera como tales dislocaciones se patentan en todos los espacios de los pueblos extinguibles, recursos naturales fragmentados y vendidos a precios ridículos, mujeres de América Latina reunidas y a la vez fragmentadas, disociadas de su historia y resistencia en la caricatura de la silicona de Sofía Vergara, naturaleza fragmentada, dislocada en el turismo de playas privatizadas en Costa Rica. Dislocamos del circuito natural también a los pueblos para obtener versiones fragmentadas de sus culturas como una taxonomía fútil donde se juntan objetos descalabrados, neciamente ubicados nuestro privado. Hombres, mujeres, plantas, animales, minerales, el agua y el viento, se ubican armónicamente fracturados de su contexto original. Del mundo nos va quedando un “collage” étnico donde la “tolerancia” integra lo estético y elimina a las personas, mientras las jovencitas se acomodan su hermoso pañuelo al cuello de las vicisitudes ajenas, cada vez con menos vergüenza vamos conociendo a los pueblos que habitan el planeta, justo y paradójicamente en el momento de su desaparición.

Publicado en boletín "EntreUtopías" No.2  Departamento Ecuménico de Investigación 2009
http://www.dei-cr.org/?cat=1046&lang=es&title=Boletin%20Entreutopias

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